Santiago de Chile y las ciudades argentinas de Rosario y Buenos Aires tienen taxis con los mismos colores
A principios del siglo XIX, Barcelona estaba en plena expansión industrial. Es entonces cuando empiezan a aparecer las primeras experiencias orientadas a la explotación de coches de alquiler. En 1820, el señor José Riera, llamado ‘el Ros’, alquilaba carruajes en unas cuadras situadas en la calle Calders, según fuentes del Institut Metropolità del Taxi de Barcelona. Pero no eran los únicos. La familia Bigorra también se dedicaba a esta misma actividad en la plaza del Pi, con sucursal incluida en la calle Ample.
Estamos acostumbrados a encontrarnos, en la mayoría de ciudades, taxis blancos o de colores muy neutros, que sólo se distinguen por el indicador que llevan en el techo. Aquí, sin embargo, no hace falta mirar al techo, ya que su color los delata. Antes de conocer el motivo, vamos a conocer brevemente su historia.
Los primeros taxis en Barcelona aparecieron alrededor a principios del siglo XX, como herederos del coche a caballo (calesa) que hacía dicha función, y que aun convivieron muchos años. La Hispano-Suiza de Automóviles fue la empresa que fabricó y comercializó en serie los primeros modelos. A partir de 1910 se dieron los primeros pasos para la comercialización de los “automóviles de plaza” (conocidos como “taxis”), que sustituyeron progresivamente los coches de caballo. Los primeros modelos de taxis surgieron de empresas catalanas: Ideals, Elizalde y España, y de empresas francesas: Delahaye, Peugeot y Renault.
El nombre de Martín Vidal Pedrola destaca como el del primer taxista autónomo. Fue en 1912 cuando se situó en la esquina de las céntricas calles Aribau y Diputació –muy cerca del hostal Barcelona City Centre– y empezó a ofrecer sus servicios como taxista. Como todo en este país, poco tardaron en salirle imitadores… y competencia.
Fruto del aumento de taxistas nace la necesidad de organizarse y, con ello, nacen 1919 la Federación de Arrendatarios de Automóviles.
En 1924 el Ayuntamiento aprobó un Código de Circulación que obligaba tanto a llevar el taxímetro como una línea amarilla en el vehículo; de aquí surge la famosa franja amarilla que heredan nuestros actuales taxis con colores de abeja.
Tras un gran auge entre 1925 y 1929, marcado por la Exposición Universal, en 1934 el sector se estabiliza y es cuando se determinan definitivamente que el amarillo y negro serán los colores únicos del taxi en Barcelona, así se eliminará la competencia interna. Gracias a ello, se eliminó el número de vehículos.